
La misiĂłn
DespuĂ©s de siete peticiones al padre Oliva, PrepĂłsito General de los jesuitas, el joven Francisco Eusebio Kino, sj, recibiĂł una carta ambigua en la que se le concedĂa su deseo de ser misionero. En ella el padre General lo destinaba, junto con un compañero, el padre Antonio Kerschpamer, a las misiones, uno a Oriente, el otro a MĂ©xico; que su provincial eligiera. Ăste, a su vez, les dejĂł la decisiĂłn a los dos noveles misioneros.
No se pudieron poner de acuerdo: era tal su desprendimiento, y su caballerosidad, que cada uno dejaba al otro elegir. "DespuĂ©s de estar empeñados durante algĂșn tiempo en este pĂo esfuerzo de dar al otro la preferencia, pensamos en dejar que la suerte decidiera nuestro destino -escribiĂł Kino tiempo despuĂ©s. Por consiguiente, escribimos MĂ©xico en un trozo de papel y Filipinas en otro. Al echarlo a suertes, el padre Antonio sacĂł las Filipinas y yo MĂ©xico".
CorrĂa el año de 1678, y el deseo de Kino por pasar a la China databa cuando menos de 1663: cuando era estudiante en el colegio de Hall, cerca de Innsbruck, enfermĂł gravemente y estuvo a punto de morir. En ese momento "hice el voto de que, si recobraba la salud, buscarĂa alcanzar tanto la CompañĂa como la misiĂłn". Fue entonces cuando añadiĂł el Francisco a su nombre original, en acciĂłn de gracias a su patrono, san Francisco Xavier.
Kino habĂa nacido en el Tirol, en Segno, al norte de la ciudad de Trento. EntrĂł al noviciado en 1665, en la provincia de la Alemania Superior. Cuando por fin pasĂł a las Indias, contaba con 35 años y una sĂłlida formaciĂłn, sobre todo en matemĂĄticas y geografĂa. Cuando era estudiante era ya legendaria la figura del padre Matteo Ricci que habĂa fallecido en China en 1610. TenĂa, por otra parte, un tĂo que tambiĂ©n habĂa sido misionero y geĂłgrafo para mĂĄs admiraciĂłn: el padre MartĂn MartĂn: "que escribiĂł aquellos insignes tomos y mapas geogrĂĄficos del gran imperio y monarquĂa de la Gran China".
Viajes fallidos y el estudio
El 12 de junio de 1678 se embarcaron en GĂ©nova 19 jesuitas con rumbo a CĂĄdiz. De ahĂ se iban a MĂ©xico y de ellos, siete permanecerĂan en este paĂs y los doce restantes se embarcarĂan rumbo a las Filipinas. Pero cuando llegaron al puerto se encontraron con que la flota americana estaba zarpando. Eso significaba que deberĂan esperar un año al menos en España.
A Sevilla fueron Kino y sus compañeros. AhĂ se dedicaron al estudio y a perfeccionar tĂ©cnicas que les serĂan Ăștiles cuando vivieran entre los indĂgenas: "Algunos fabricaban brĂșjulas o cuadrantes, o estuches para estos instrumentos; otros aprendĂan a destilar brandy, a tallar madera o a usar el torno. HacĂamos eso para impresionar a los gentiles con nuestros artĂculos y nuestras artesâ.
En ese tiempo Kino fabricĂł un cuadrante y lo regalĂł al padre Tirso GonzĂĄlez que, con el tiempo, llegarĂa a ser superior general de la CompañĂa y que luego respaldĂł al jesuita tirolĂ©s cuando Ă©ste encontraba piedras en el camino de sus misiones.
Desde entonces Kino se mostraba diligente, generoso y, al parecer, con buen olfato para las relaciones pĂșblicas.
Pero si algo debĂa aprender el aspirante a misionero era paciencia: cuando por fin embarcaron hacia las Indias, en junio de 1679, los jesuitas abordaron "El Nazareno", uno de los navĂos que componĂan la flota que se dirigĂa a MĂ©xico, pero al salir de CĂĄdiz el buque encallĂł en un banco de arena y comenzĂł a hacer agua. Se tirĂł por la borda toda la carga, y el magro equipaje de los padres, y se logrĂł salvar la vida de pasajeros y tripulantes.
En barcas los trasladaron de nuevo al puerto.
AhĂ, el procurador, que habĂa pagado una cuantiosa suma por el viaje, se dedicĂł a importunar a los capitanes de los otros navĂos para que aceptaran llevar al menos una parte de los misioneros, aquellos que debĂan partir hacia el oriente. Al final se fueron once, pero Kino no, y tuvo que permanecer largos meses mĂĄs en España.

La salida y su destino: California
Por fin, el 27 de enero de 1681, Kino y sus compañeros partieron hacia las AmĂ©ricas. Llegaron a Veracruz a principios de mayo. De inmediato tomaron rumbo a la Ciudad de MĂ©xico a donde arribaron el primero de junio. Ya en su destino Kino se hizo la ilusiĂłn de vencer al azar y razonĂł que, puesto que el padre Antonio, el que habĂa sacado la papeleta para Filipinas, no era hombre para largas temporadas a bordo pues la habĂa pasado muy mal en alta mar, lo mĂĄs probable era que los superiores lo dejaran en MĂ©xico y a Ă©l lo destinaran al Oriente, tal como su manda original preveĂa. Curiosamente, Kino decidiĂł presentar su punto de vista y luego dejarlo todo en manos de la Virgen de Guadalupe: durante unos meses asistiĂł cada semana a decir misa en el santuario del Tepeyac.
Pero la suerte estaba echada y muy pronto recibiĂł su primer destino: irĂa a explorar lo que se consideraba la isla mĂĄs grande del mundo, California, y buscar la manera de establecer ahĂ un punto de misiĂłn. No habĂa, en ese entonces, un sitio mĂĄs alejado de la metrĂłpoli: de alguna manera se puede decir que la Corona, y sus superiores, lo mandaron a establecer la frontera septentrional de la Nueva España.
En octubre de 1681 partiĂł rumbo al norte. PasĂł primero por Guadalajara donde consiguiĂł que el obispo, don Juan Garabito, lo nombrara pĂĄrroco y juez eclesiĂĄstico de California. De ahĂ siguiĂł hacia la misiĂłn de Sinaloa, donde se estaban construyendo las naves para la travesĂa y donde se reuniĂł con quienes lo acompañarĂan en su aventura: los padres Antonio SuĂĄrez y Mateo Goñi.
Cinco años durĂł Kino intentando fundar y misionar la California. Al final tuvo que dejarla, pues la Corona estimĂł demasiado el esfuerzo y el costo, para tan magros frutos. Su experiencia, sin embargo, fue fundamental para el padre Juan MarĂa de Salvatierra, quien arribĂł a las costas de California doce años despuĂ©s, empleĂł el conocimiento adquirido por su predecesor y fundĂł sus primeras misiones exactamente donde el jesuita tirolĂ©s las habrĂa emplazado.

Nuevo destino: Sonora
Muy pronto recibiĂł Francisco Eusebio un nuevo destino: las misiones de Sonora. En 1617 los padres AndrĂ©s PĂ©rez de Rivas y TomĂĄs Basilio se asentaron en la ribera del rĂo Yaqui, en el pueblo de Torim y dieron comienzo a uno de los esfuerzos religiosos y de aculturaciĂłn mĂĄs permanentes en el noroeste. De ahĂ partieron, dĂ©cadas mĂĄs tarde, varios jesuitas a establecer puntos de misiĂłn en lo que se llamaba el Ostimuri, la opaterĂa, esto es la fracciĂłn sur de la gran porciĂłn central de Sonora, entre la Sierra Madre y la llanura costera. Para mediados del siglo XVII varios padres subieron por el rĂo Sonora, que cruza la entidad de norte a sur y fueron fundando puestos de misiĂłn a lo largo de la corriente.
Entre ellos destacĂł el padre BartolomĂ© Castaños, natural de Portugal que penetrĂł al valle de Sonora, "donde fue el primero que llevĂł la luz del Evangelio. Una cristiandad tan numerosa y florida, no merecĂa, sin duda, menor fundador y menos padre. AprendiĂł con tal perfecciĂłn la lengua y se hermanĂł tanto con los neĂłfitos, que fue voz comĂșn entre ellos, que el padre no era europeo, sino indio sabio de los Sonora". MuriĂł en la ciudad de MĂ©xico en 1670.
Kino supo de Ă©l y otros que habĂan dedicado su vida al servicio de Dios y de los naturales de Sonora. El 20 de noviembre de 1686 emprendiĂł su viaje al norte. Se detuvo en Guadalajara para solicitar de la Real Audiencia que no se permitiera a los alcaldes mayores tomar o causar que ningĂșn indio fuera tomado para el servicio de las minas, hasta que hubiesen pasado cinco años de su conversiĂłn; y si fuesen voluntarios que recibieran una paga diaria adecuada. La respuesta fue positiva: la Real Audiencia promulgĂł una orden que salvaguardaba a los nativos por veinte años despuĂ©s del bautismo. El 16 de diciembre partiĂł hacia el norte con un documento legal inestimable para proteger a los indios. ArribĂł a Los Frailes, en el mineral de Ălamos, el 13 de febrero de 1687.
De ahĂ siguiĂł a Oposura, el actual Moctezuma, donde residĂa el padre Manuel GonzĂĄlez, visitador de Sonora. Este, por fin, le anunciĂł su destino: irĂa a Cucurpe ("Donde cantĂł la paloma"), con el padre JosĂ© Aguilar, en la fuente del rĂo San Miguel, el mĂĄs remoto lindero de la cristiandad.
Era la Ășltima frontera de la Nueva España. Para Eusebio Francisco Kino constituyo, apenas, el punto de partida.
Su labor en Sonora
Ăl llegĂł a Sonora a los 42 años y muriĂł en la misiĂłn de Magdalena, hoy de Kino, en 1711, a los 66 años de edad. En esos 24 años desarrollĂł una labor evangelizadora ingente, y puso las bases para un desarrollo econĂłmico y social que sigue influyendo a los habitantes actuales de la regiĂłn.
Al dĂa siguiente de su llegada saliĂł al norte, a buscar pueblos y rancherĂas dĂłnde asentarse y ejercer su vocaciĂłn ya añeja. Fue un periplo de 100 kilĂłmetros que le permitiĂł delimitar su base inicial, las aldeas de Dolores, San Ignacio, Ămuris y Remedios, situadas entre los rĂos San Miguel y San Ignacio. "En todas partes recibieron con amor la palabra de Dios para el remedio de su eterna salvaciĂłn. Volvimos, gracias al Señor, con bien y gustosos a Nuestra Señora de los Doloresâ, nos dice.
En las siguientes dĂ©cadas se dedicĂł a fundar misiones, establecer pueblos y evangelizar a los Ootham, los pimas y pĂĄpagos del desierto. Su diligencia puso las bases para el desarrollo de la regiĂłn, pues a donde iba procuraba establecer el cultivo de trigo y un hato suficiente para acomodar las necesidades del padre que vendrĂa. Eso logrĂł, ademĂĄs, terminar con el patrĂłn de nomadismo estacional de los indios, pues a partir de entonces tuvieron un cultivo de invierno el trigo, que complementaba al maĂz, que les ocupaba los meses estivales. La crĂa de reses, por su parte, era una eficaz adiciĂłn laboral para su economĂa.
Su recorrido
Kino fundĂł y dotĂł con reses y "tierras de pan llevar" los pueblos de Dolores, Remedios, CocĂłspera, Santa MarĂa, Bacoancos, GuĂ©vabi, Tumacacori, San Xavier del Bac, San Cosme y San AgustĂn, hacia el norte. Al occidente, fundĂł San Ignacio, Magdalena, Caborca, PitiquĂn, San ValentĂn y Unicut, ademĂĄs de Altar, Oquitoa, Tubutama, SĂĄric, Aquimuri, BĂșsanic, Tucubavia y, mucho mĂĄs al oeste, San Marcelo de Sonoita.
RecorriĂł a caballo, o lomo de mula, varias veces todo el norte del actual estado de Sonora y la porciĂłn sudoeste de Arizona. Era, y es, un desierto surcado por rĂos inverosĂmiles, que consisten en amplios lechos de arena, a veces candente, que sĂłlo traen agua en ocasiĂłn de algĂșn chaparrĂłn.
Asà llegó al extremo occidental de aquella superficie arenosa para treparse a una montaña y observar cómo la presunta isla de California se une al continente. Como buen geógrafo dio fe de su descubrimiento y dibujó un mapa para uso de futuros aventureros.
RecorriĂł minuciosamente los rĂos San Miguel, Magdalena y ConcepciĂłn en la actual Sonora, y el San Pedro, Gila y Colorado en territorio de Arizona. Sus trabajos y su dedicaciĂłn establecieron por muchos años el lĂmite noroeste de la Nueva España y el confĂn de la cristiandad. Para Ă©l esto fue normal: era ser fiel a su vocaciĂłn de salvar almas y seguir el derrotero que el azar le marcĂł.
RedacciĂłn Por Ernesto Camou Healy, publicado en la revista Jesuitas de MĂ©xico, NĂșmero 42, 2008.
Nota bibliogrĂĄfica:
Para no atiborrar al lector con citas preferà usar, sobre todo, el libro Los confines de la cristiandad, de Herbert Eugene Bolton, con prólogo y apéndices de Gabriel Gómez Padilla, publicado por las universidades de Sonora, de Baja California, de Colima, de Guadalajara y El Colegio de Sinaloa y la editorial México Desconocido. México, DF, 2001.