
«Jesús, sé mi guía. Condúceme»
San Ignacio de Loyola

La historia de inquietud vocacional es tan única y original como lo somos cada una y cada uno de los hombres y mujeres.
Hay historias que narran una certeza en la inquietud vocacional desde muy temprana edad, y otras que narran la sorpresa de experimentarla en el momento menos pensado de la historia. La vocación de Moisés (Ex. 3, 1-12) permite expresar de un modo más sistemático el «llamado»:
1.CURIOSIDAD
Moisés mira que algo «raro» sucede en su entorno: una zarza arde y no se consume. «Voy a acercarme para ver este extraño caso».
En lo cotidiano de la vida nos sorprenden sucesos, personas, acontecimientos, sensaciones que son “extra-ordinarias”, que salen de lo común. Usualmente sólo nos sorprendemos y seguimos de largo, aceleramos el paso. Pero algunos, en algún momento, nos vemos poseídos por la curiosidad y el “espíritu investigativo”, y nos acercamos a estos acontecimientos; en ellos Dios se dirige a nosotros, nos llama por nuestro nombre: «¡Moisés, Moisés!» y nosotros, ya envueltos en el asunto, decimos: «Heme aquí».
2.DIOS SE NOS PRESENTA
En esos eventos extra-ordinarios (zarzas), Dios se nos identifica, se nos presenta subrayando su presencia y familiaridad en nuestra historia: “Yo soy el Dios de tu padre…”, ya no queda duda que es Él quien nos está llamando. Nosotros, como Moisés, solemos “cubrirnos el rostro”, porque la presencia de Dios a veces nos asusta.
3.SENTIMOS DESEOS
“He visto la aflicción de mi pueblo… He escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarlos de la mano de los explotadores y llevarlos a un lugar mejor. Su clamor ha llegado hasta mí, he visto la opresión con la que los afligen”.
Dios marca agenda, se nos presenta como un Dios preocupado por la injusticia, por el sufrimiento de su pueblo. No es un Dios impasible, indiferente. Está decidido a actuar. Siempre que somos llamados comenzamos a experimentar deseos, sueños, ilusiones, y eso constituye ese “para qué”.
Estos parecen ser los pasos de la inquietud vocacional: curiosidad, encuentro con Dios y sentir deseos. Cada uno puede pensar en estos tres puntos de su inquietud, y el acompañamiento vocacional es la herramienta para leer con más claridad la inquietud.

Los Compañeros de Jesús, somos conocidos como jesuitas. Fuimos fundados por San Ignacio de Loyola en 1540, nacimos de entre un grupo de universitarios en París. De entre los primeros compañeros están San Francisco Xavier y San Pedro Fabro.
Encontramos nuestra identidad no solos, sino en compañía: en compañía con el Señor. Él es la imagen que está en el corazón mismo de la existencia de cada jesuita.
Somos hombres de frontera, dispuestos a estar en aquellos lugares donde hay situaciones de injusticia, donde otros no pueden o no quieren estar, donde se puede hace un bien más universal. Somos pobres y letrados, y queremos responder a las necesidades de nuestro mundo, al desafío de la cruz. Nuestra misión es al “servicio de la fe y promoción de la justicia”. Tenemos un compromiso con el diálogo con las culturas y las religiones. Somos Compañeros de Jesús, amigos para la misión, y estamos al servicio de su Iglesia, puestos a las ordenes del Papa a través de un cuarto voto, que nos hace disponibles para la misión a la Mayor Gloria de Dios.
Para ser jesuita se necesita ser llamado por Dios a serlo, ser invitado
por Él a ser Compañero de Jesús.
A un jóven que quisiera ser jesuita yo le diría:
Quédate en tu casa
si esta idea te pone inquieto y nervioso.
No vengas a nosotros si es que amas
a la Iglesia como a una madrastra
y no como una madre;
no vengas si piensas que con ello
vas a hacer un favor a la Compañía de Jesús.
Ven si para ti el servicio a Cristo
es el centro de tu vida.
Ven si tienes unas espaldas
suficientemente fuertes,
un espíritu abierto,
una mente razonablemente abierta
y un corazón más grande que el mundo.
Ven si sabes ser bromista y reírte con otros
y… en ocasiones, reírte de ti mismo.
Pedro Arrupe, SJ.
Superior General de la Compañía de Jesús
1965 – 1983

La Compañía de Jesús quiere formar seres libres, sólidamente fundamentados en la fe y en las posibilidades de la razón, creativos y responsables.
El proceso de formación es un camino progresivo de integración de la vida espiritual y comunitaria, del apostolado y los estudios. Se extiende normalmente por una docena de años o más, a lo largo de diferentes etapas. Te invitamos a conocer cada una de ellas:


¿Tienes inquietud vocacional? Envíanos un mensaje y nos pondremos en contacto contigo. También puedes ponerte en contacto directamente con el promotor vocacional de tu región.
P. David Ortíz S.J.
Director Vocaciones y Juventudes Jesuitas
Cel: 55 3999 3018
vocaciones@jesuitas.mx
P. Fernando Tiscareño S.J.
Promotor Vocacional
Cel: 55 4382 1534
vocaciones.norte@jesuitas.mx
vocaciones.sur@jesuitas.mx